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LA IGLESIA NACIÓ DE UN SOPLIDO

Enrique Martínez de la Lama-noriega, cmf (ciudadredonda)

“De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”. Así pues, la Iglesia nació de un “soplo”. Como Adán. Nació el día en que un grupo de personas paralizado por el miedo, atrincherados en una casa con las puertas cerradas para defenderse del mundo exterior (¡qué malo es el miedo!), fueron embestidos por una ráfaga de “viento recio”. Y esta Iglesia se hizo conocer por los cuatro costados del Imperio Romano, cuando todas aquellas personas se sintieron lanzadas por el viento fuera de la casa, y empezaron a hablar, a hablar en un lenguaje comprensible para todos (el lenguaje del Amor, claro está).

En Pentecostés celebramos el nacimiento de una Iglesia que no se está quieta, ni a la defensiva, ni siquiera protegida, sino que es caminante, que sale al encuentro de las gentes. El Espíritu siempre zarandea y nos desequilibra: “¿Qué hacen ahí plantados mirando al cielo?” ¿Qué hacen ahí atrapados durante horas por la televisión, o internet, o con los mil mensajitos del celular? ¿Qué hacen ahí repitiendo las mismas cosas de siempre, y en los mismos lugares de siempre? ¿Qué hacen ahí sentados en el despacho parroquial, en sus sacristías, al calorcillo de su grupo cristiano? ¿Qué hacen ahí repitiendo las mismas canciones, los mismos rezos, los mismos programas, las mismas...?

Jesucristo, el hombre sobre el que había reposado el Espíritu en el día de su bautismo, había “Salido” del Padre, para cumplir una tarea. Y por eso mismo encarga a sus discípulos: “Como el Padre me envió, yo los envío”. Su Espíritu nos quiere fuera, en medio de los hombres, con ellos. En cambio, una Iglesia sentada, al resguardo, preocupada por que todo esté en orden, y que se comunica con el exterior por medio de “documentos” y “comunicados”, denuncias y toques de atención... es una Iglesia sin Pentecostés, sin Espíritu Santo.

Esta Iglesia con la que debemos “sentir” es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad. Y la Iglesia es Madre —prosigue—. La Iglesia es fecunda, debe serlo (Papa Francisco).

La gente acudió por el “ruido” provocado por el Espíritu, por lo que les pasa a los discípulos cuando el Viento los descoloca y transforma, y no ciertamente atraída por el rumor de las discusiones internas, los planes pastorales, los documentos, las campañas y las declaraciones solemnes. El viento, cuando sopla, provoca desorden, se lleva los papeles junto con todo lo que está seco, caído, sin vida. Y los “hijos del viento”, los cristianos, disfrutan con las ventanas abiertas y olvidando el “miedo” a lo que pueda pasar “fuera”. Sobre todo porque ellos también están fuera. ¿Recuerdan al Papa Juan XXIII, cuando una buena mañana abrió de par en par las puertas y ventanas de la Iglesia para que se ventilara (Concilio Vaticano II)? Algunos se cogieron un buen catarro, les sentó muy mal esa iniciativa. Y aún no se les ha pasado.

SOCIALES

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2023-05-28T07:00:00.0000000Z

2023-05-28T07:00:00.0000000Z

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