DiarioMX

MIRADOR

Cuando alguien moría en la Laguna de Sánchez se le debía sepultar en el Potrero.

A este pueblo se llegaba después de trasponer la Sierra en penosa travesía que duraba una jornada entera. Subía el cortejo la montaña cargando por turnos a hombros el ataúd. En la cumbre había un sitio al que llamaban “el descanso”, poblado de pinos y donde fluía un pequeño manantial. Ahí pasaban la noche los dolientes antes de iniciar el difícil descenso al día siguiente.

¿Por qué sucedía eso? Porque sólo en el Potrero había un cementerio consagrado por la Iglesia. Lo demás era tierra bruta, como antes se decía. Cantaba el corrido: “Lo que le encargo a mi padre / que no me entierre en sagrado, / que me entierre en tierra bruta / donde me trille el ganado”.

Me pongo triste cuando desde mi casa en el Potrero miro aquel sitio, “el descanso”, en lo alto de la Sierra. Pienso en las fatigas que sufría la gente para traer hasta acá el cuerpo muerto.

¡Cuántas cosas hacemos porque una iglesia nos ordena hacerlas! Ojalá esas prescripciones se fincaran más en el amor y la misericordia y menos en las normas eclesiales. ¡Hasta mañana!...

PANORAMA

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2021-05-15T07:00:00.0000000Z

2021-05-15T07:00:00.0000000Z

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